miércoles, 22 de abril de 2020

Tres segundos de normalidad

Tres segundos de normalidad..., sólo tres, y me han sabido a gloria. Me han llenado de una alegría inmensa, distinta, desconocida, que, llevaba semanas escondida en algún rincón. Han sido tres segundos exactos de inconsciencia, de no pensar en nada, de no recordar lo escuchado ni lo leído, exentos de tristeza y responsabilidad... sólo un momento de paz, de mucha paz.

He salido de casa, con mi carro de la compra a recargar la despensa para 3 ó 4 días sin tener que salir, a traer a mis niños algún caprichito culinario que les endulce el encierro, a intentar encontrar entre frutas, verduras y latas de conserva, entre mascarillas que me ahogan y guantes en los que siempre se pegan las etiquetas de las naranjas, restandoles aún más la sensibilidad, algo especial en el súper para darle en nuestro aniversario. Fracaso en esta búsqueda, siempre quedará la inventiva y el corazón.
Bajo por la escalera, desde un quinto y con el carro sí, para movilizar un poco el cuerpo, intentar resucitarlo de su letargo obligado. Nunca lo consigo. Aunque el Just Dance ayuda en la labor....

Miro por la ventana de las escaleras, está nublado y no hay mucha luz pero, desde cierto ángulo pegada al cristal del último piso, se ve la sierra de Madrid. Viajo hasta allí con la imaginación,
mientras cierro los ojos y siento el aire frío y húmedo en mi rostro. Dejo envolver mis sentidos por la naturaleza en estado puro, te echo tanto de menos pachamama...  Después de la breve meditación, relajada y con la mente en blanco me giro para continuar mi aventura "exterior" y pulso el interruptor de la luz de la escalera... Así, tan tranquila, sin guantes... Y, tras tres segundos vuelvo en mí. ¡Oh por favor! ¿qué he hecho? y ahora, ¿qué? Concentración absoluta... ¡No te toques la cara... ni los ojos... ni nada!. ¡Rápido! ¡busca el gel en el bolso! ¿has rozado el móvil? ¿y la cartera? ¡rebusca por los bolsillos y saca un par de guantes!. Ya están puestos pero, la tranquilidad no vuelve, recordando cada uno de mis movimientos desde mi acto inconsciente.

¿Parece exagerado? Claro que sí, pero, esos tres segundos valorando lo libres que éramos, me han vuelto a dar una lección, que sumo a las muchas ya aprendidas durante los días en casa: las pocas preocupaciones que en realidad nos acechaban en el día a día, aunque nuestras mentes eran capaces de ocuparse y llenarse de miedos infundados y quehaceres no prioritarios, la humanidad inherente en la sonrisa descubierta y en el abrazo sin miedo, el movimiento a nuestra elección sin necesidad de explicaciones ni excusas, el alimento deseado, siempre disponible...

A estas alturas todos necesitamos tres segundos de normalidad y sólo podremos lograrlo desde el corazón.

Comprendo que esto suene a milonga, las circunstancias, son duras para todos. Todos fuimos arrancados de nuestra zona de confort y tuvimos que aprender a vivir en unas nuevas condiciones. El dolor de niños, mayores, muy mayores, familias con pérdidas y otras que lo van esquivando, familias con problemas económicos por causa de la situación. Casas muy pequeñitas y con poca luz, familias sin acceso a internet y a las diez mil plataformas que se utilizan para dar las clases a los enanos o que no pueden reunirse online con familiares o compañeros de trabajo. Cumpleaños sin abrazos. Comprendo que todos tengan opiniones diferentes y altibajos en su estado de ánimo.

No entraré en opiniones, me las guardo para mí ahora para emitirlas cuando puedan ayudar, ni en si las cosas se están haciendo bien o mal, ni soy especialista en el tema ni pienso que sea el momento oportuno de enfrentarnos o manchar nuestras mentes con suposiciones, noticias inventadas o críticas absurdas pero, tengo claro que sólo podremos salir de ésto, volver a sentir tres segundos de normalidad, con una mirada clara y amorosa, capaz de sustituir una expresión facial feliz y un abrazo amistoso y cálido. Con unas palabras positivas de apoyo y ayuda. Con acciones voluntarias que hagan sentir mejor a los demás.

Por favor, si no encontráis en vuestro interior palabras amables o positivas estos días, puedo comprender vuestro dolor y hasta ponerme en vuestro lugar, pero, pensadlo un poco antes de emitirlas, tanto en casa, como en las redes, o distribuirlas a través de vuestros contactos. Sólo os pido unos minutos de recogimiento y autocrítica constructiva. Ahora mismo, no ayudáis a nadie generando odio. Volveremos a la normalidad, y durará más de tres segundos, por lo que habrá tiempo de reclamaciones, juicios y quejas, en otro ámbito, en el que lo podamos tolerar, mirar en perspectiva, comparar, en el que haya una válvula de escape...

Un abrazo y mucho ánimo!!

(Por cierto, si os váis quedando sin ideas y os interesa, puedo compartiros por aquí mi planning de comida semanal para familia flexivegetariana y algunos recursos para entretener a los enanos)