Ya estoy de vuelta, afectada por las noticias terribles que llegaban ayer desde Francia. Estos sucesos ilógicos siempre me remueven, mucho. Y, yo ya estaba bastante removida por las pasadas navidades, las más extrañas que he vivido... Así que, ha sido la gota que colmó el vaso...
No, no me he ido a ningún sitio físicamente pero, mentalmente, si me hubiera ido a un monasterio budista en el Tíbet no me hubieran descolocado tanto.
Es que hay veces que todo se dispone o te lo disponen desde instancias superiores (me vuelvo muy espiritual cuando las cosas no alcanzan explicaciones razonables y científicas...) para remover todo lo conocido, todo lo cuidadosamente colocado en nuestras vidas, levantarlo por los aires a modo de tornado, barajarlo y soltarlo al azar, generando el caos y la desesperación y la impotencia.
Si lo tomamos con humor (aunque también son necesarias unas pocas lágrimas para soltar la presión que, si no, te haría explotar) podemos pensar que esta forma obligatoria que te provoca la vida a veces de salir de lo conocido, lo familiar, lo confortable, lo arraigado, lo tradicional,... es necesaria para hacer una limpieza interior y poder ver cosas desde otros puntos de vista, para estirarte mucho y conocer tus limitaciones y fortalezas ocultas, para confirmar quién es tu compañero en la vida, el que siempre está a tu lado y no te deja caer jamás, para sentir el amor en su forma más pura y cálida, cuando no te queda nada más en el mundo para ofrecer que este sentimiento tan maravilloso.
He viajado al pasado, he paseado, tomándome todo el tiempo del mundo, por recuerdos ya olvidados hace bastante, me he reconciliado con partes de mi vida que, sin saberlo, añoraba.
He sido fuerte como la piedra y me he dejado cuidar como a una niña, como hacía años no dejaba que lo hiciera nadie.
He aprendido, mucho y he agradecido, a las personas, al destino, a la vida,... Por, dentro de la adversidad, poder contar con ese abrazo, esa mano y esa sonrisa. Porque no me permitan acomodarme sobre bases que no están bien construidas.
He conocido a personas que ya creía conocer y juzgaba alegremente. No tenía derecho, no sin compartir su vida, no si siempre me han tendido una mano que no he querido coger. Por otra parte, he descubierto rasgos ocultos en personas muy cercanas, que no conocía y que me han asustado. Y todo ello, sin un lugar físico en el que refugiarme. Mi refugio han sido las personas estas navidades. No hemos tenido muchos regalos materiales, hemos tenido amor en muchas direcciones. Y me ha llenado y rodeado de una forma increíble.
He caído, una y otra vez, y, sigo cayendo porque el aprendizaje no terminó con la Nochevieja o el día de Reyes. Ojalá fuera así, pero los aprendizajes de la vida no terminan cuando uno quiere sino cuando debe ser. Seguiremos creando una nueva filosofía de vida para aceptar el destino. Forjando la paciencia infinita para seguir independientemente de las condiciones. Endureciendo la esperanza con capas de cemento. Buscando soluciones siempre (somos especialistas en ésto ya), limpiando a fondo y colocando.
No me quejo, no han sido unas navidades malas, tan sólo desconocidas, desconcertantes y desequilibrantes, lo suficiente para que el día 6 guardase todos los adornitos de casa con cariño pero, con ganas, con la esperanza de que cuando vuelva a abrir esa caja, todo haya encontrado su lugar correcto.
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