lunes, 24 de febrero de 2020

Yoga en la ciudad

Con motivo del Día Mundial del Yoga que, se celebró el pasado fin de semana, he estado dándole muchas vueltas a mi práctica de yoga en casa y su evolución en los últimos años.

Después de obtener el título de monitora de yoga, estuve impartiendo clases en muchos sitios de forma desinteresada (si! en modo karma yoga...) con el fin de practicar y mejorar. Ésto me quitaba tanto tiempo que, finalmente, no sacaba ningún momento para mi práctica personal.

En un momento dado, tuve que dejar de impartir clase fuera de casa ya que no me quedaba tiempo para nada más así que, poco a poco retomé mi práctica en soledad... Bueno, si es que se puede llamar "yoga en soledad" a lo que yo hago... Os explico.
Acostumbrada a un gimnasio o sala, a un clima serio que induce a la meditación, con aroma a incienso y silencio o música muy sutil de mantras en sánscrito, mi casa no cumplía muchos requisitos...
Empezando porque es muy pequeñita y no tengo un espacio en sí para el yoga sino que, estiro la alfombrilla en cualquier hueco que encuentro por ahí: a la entrada de casa, entre abrigos y zapatos; en la habitación de los niños, sorteando legos y pinypones; a los pies de mi cama en mi habitación sorteando gatos que saltan desde la cama a mi espalda por diversión o en el comedor, con bob esponja de fondo en el televisor y, si está lloviendo, con un tendedero lleno de ropa, muy útil por cierto para apoyarse en algunos equilibrios de pie... XD
Todo esto aderezado con interrupciones del tipo: "mamá, no encuentro tal""mamá, me tomas la lección", "mamá, mi hermano no me deja tal cosa" o, mi favorita "mamá, cógeme vamos a hacer acroyoga". Como banda sonora también puedo tener gatos maulladores rogando alimento, una lavadora centrifugando o una buena olla exprés cocinando la coliflor para la cena.

Visto así, parece imposible realizar cualquier tipo de práctica espiritual, ¿verdad?. En el día a día, se lo puede tomar uno de dos formas:
por una parte, no haciendo nada, rindiéndose a la evidencia y pensando que es imposible.
Por otro lado y después de probar los beneficios del yoga durante muchos años, como es mi caso, se le puede echar humor a la situación, muchas ganas y retar a las circunstancias complicadas.

Por supuesto que en un ashram en la India la experiencia sería fácil, dirigida e increíble pero, con algo de práctica, podemos lograr un espacio de paz precioso en nuestra vida normal y, mucho más aplicable a situaciones de estrés reales.

El momento ideal sería cuando todos duermen pero, claro, en los días entresemana el madrugón para el yoga es épico. Yo suelo conseguirlo porque no perdono sin mi sesión de yoga (me sienta tan bien!!) pero, si no queda remedio el momento para hacerlo será cuando estamos todos en casa.

El espacio que se necesita no es demasiado por ello, se puede hacer yoga en casi cualquier lugar y, si, aunque sea el recibidor de casa se puede poner una velita o un palo santo y aceites esenciales para entonar el ambiente. Con buen tiempo, se puede hacer yoga en el balcón o en un lugar seguro en el parque (también habrá distracciones claro está, pero todas ellas las podemos trabajar para que no nos molesten tanto).

Las interrupciones personales en casa se pueden minimizar desconectando dispositivos y pidiéndole al personal que te respete durante una horilla (todo el mundo lo comprende, además de que te van a adorar después porque te quedarás como una seda, y, si no, aprovechar la hora de consola de los enanos es otra opción igual de válida, jejeje). El sonido y las distracciones externas siempre van a estar con lo que, se debe alcanzar un buen pacto con nuestra concentración para realizar una sesión de yoga independientemente de lo que te rodee, veréis como cada día practicándolo será un poco más sencillo. Si, al principio parece difícil, y, lo es. Por esto,  se puede hacer uso de auriculares inalámbricos con una melodía acorde y agradable para ayudarse un poco. Aunque, yo personalmente prefiero intentar aislarme en ambientes muy ruidosos sin utilizar ninguna ayuda que me distraiga aún más.

De esta manera, vamos interiorizando una valiosísima herramienta para la vida caótica de la ciudad, que, en un momento dado te sorprenderá permitiéndote meditar en el metro o caminando por la calle, así como hacer sutiles estiramientos rápidos de yoga en el ascensor o en el trabajo, que te harán sentir mejor al instante y no acumular tanto estrés a diario, e incluso, relajarte más rápido en los momentos necesarios de tu día a día, aunque estos sean ruidosos y estés rodeado de gente.
Estoy enormemente agradecida a mi práctica de yoga, si no fuese por ella, yo creo que el día a día en la ciudad me hubiese vuelto loca ya...

Y tú, ¿te vas a rendir o también vas a intentar ser un yogui en la ciudad?




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