Antes del verano, a mi hijo mayor le dio por el fútbol. Puede parecer normal que a un chavalote de 8 años le apetezca jugar al fútbol con los amigos pero, en el caso de mi mayorzote nos supuso algo extraño ya que nunca le había gustado.
Desde pequeño, cuando los niños le llamaban para que jugase, salía corriendo hacia los columpios a inventarse alguna de sus aventuras imaginativas. A mí, que soy deportista cero y el fútbol me produce urticaria, me tenía encantada...
Aún recuerdo esos momentazos en los que un adulto se nos acercaba y, sólo por el hecho de ser niños (chicos, color azul, ser duros, deportistas, etc, etc... las cosas antiguas que se le pasan a la gente por la cabeza) les preguntaban "¿y tú, de qué equipo eres?" y mis chicos contestaban a coro: "de ninguno, no nos gusta el fútbol"... jajajaja, me encantaban...
Por eso, me quedé pasmada cuando empezó a jugar, cuando nos pidió un balón y más tarde unas playeras... y un día, quiso ver un partido y... celebraba los goles, y, de repente su única conversación eran los cromos de la liga y, se sabía todos los jugadores, y que en el recreo le habían metido cuatro goles a 2º A.... y, claro, yo no sé nada del tema, ni mi pequeñín tampoco.
Entonces, un día, para hacernos la tarde más amena de su cháchara futbolística, en nuestro ratito de tele, busqué por internet unos capitulillos de la mítica serie en la que yo aprendí todo lo que sé de fútbol... Campeones!! Un clásico que me enseñó a hacer la jaula y la catapulta infernal, y con esos datos, me quedé tan pichi...
Todavía el señor Bean se monda cuando está viendo emocionado jugar a la selección y yo paso por allí y grito: "pobre Iker, le están haciendo la jaula!!"....
El caso es que Campeones triunfó en mi casa claro está...
Tras varios días enganchados a partidos de fútbol interminables en un campo más redondo que el globo terráqueo, el análisis de mi hijo nos dejó tirados por el suelo (sí, a lo Peppa Pig...).
"Mamá, lo mejor de la serie es que mientras corren con el balón les da tiempo a pensar muchísimo, van ahí con su discursillo en la cabeza resolviendo sus problemas... hasta se olvidan de que están jugando"
Eso nos hizo darnos cuenta y ser más conscientes de cómo nos portamos nosotros también y desde entonces, la palabra discursillo en mi casa ha tomado una gran importancia. Cada vez que nos quedamos en babia, no prestamos atención a lo que nos dicen o no comemos ni hacemos los deberes por estar distraídos, estamos con el discursillo en la cabeza.
Cuando los mayores vamos solos por la calle la mayoría del tiempo vamos con el discursillo (en plan Oliver y Benji) intentando resolver los problemas del mundo, reproduciendo situaciones, etc... Distraídos hasta tal punto que pueda llegar a ser peligroso (a todos nos ha pasado el cruzar la calle en rojo y darte cuenta cuanto alguien te daba, con razón, un bocinazo).
No nos fijamos en el momento presente, ni disfrutamos donde estamos, ni lo que hacemos justo ahora porque a nuestro cerebro le encanta el discursillo. Es como un vicio!! Nos parece que no podemos evitarlo, pero con fuerza de voluntad todo es posible.
Así que, ahora toda la familia estamos intentando utilizar técnicas de mindfulness varias para aparcar a ratos el discursillo y darnos un momento de respiro a la cabeza.
Para los mayores hay multitud de libros pero, para comenzar yo recomendaría cualquiera del padre del Mindfulness, Jon Kabat Zinn.
Para los nenes, también hay un montón, pero es muy recomendable Tranquilos y atentos como una rana de Eline Snel. A mí me ha gustado mucho y encima trae audios cortos, catalogados por edades, que se pueden hacer con los peques a modo de ejercicio familiar.
Os animás a aparcar el discursillo un rato??
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