viernes, 8 de mayo de 2015

El mundo del no parar

Hoy la cosa va un poco de denuncia social, pero, no os preocupéis, que lo haremos sin perder la sonrisa...

Simplemente, es que en nuestro día a día van sucediendo cosas dentro de la rutina, repetitivas, que, te engloban casi sin darte cuenta, y tú, erróneamente las identificas con lo que es realmente tu vida, con las normas, con lo que se debe hacer... y, les sigues el rollo, porque la marea te arrastra y, si te dejas, entras en el círculo vicioso de la actividad frenética, agobiante y constante. Y eso... no es la vida. Eso es "el mundo del no parar" que te aleja de la presencia, del sentir el aire fresco al respirar, del sabor de los alimentos, de la conversación interesante de las personas que te rodean, de la escucha atenta a nuestro propio cuerpo (que siempre habla, bajito, pero sabio)...

No te das cuenta, o no quieres darte pero, madrugas mucho y te acuestas muy tarde. Y, en medio hay muchas horas, pero muchas muchas y, cuando "el mundo del no parar" intenta agarrarme y llevarme, no puedo evitar pensar, ¿ésto es realmente lo que quiero?, si este fuese el último día de mi vida ¿ésto es lo que querría estar haciendo? ¿ésto es lo que me llena?...

A lo mejor suena un poco a dejadez y a traumatización de hijos pero nada más lejos de mi intención que mi buena disposición en rodear de amor a todos y compartir buenos momentos, cuando me pregunto lo siguiente...

Querría dedicar mi última mañana a ir a la guardería de mi niño para contar un cuento a su clase el día del libro, o el día del protagonista, porque si no soy la única mamá mala que no lo hace, y después, salir pitando para mi trabajo a recuperar las horas  (y por lo tanto no pasar la tarde con él) o correr para mi casa aprovechando para limpiar a fondo alguna habitación, en caso de haberme podido coger un día libre, y dejando allí, en la actividad del día, a mi pequeñín. Da igual la culpabilidad, la sentiría por una cosa u otra, de eso estoy segura.
No sería mejor, ya que falto al trabajo y gasto uno de los escasos días que tenemos, quedarme con mis dos niños, disfrutarles a horas en las que nunca puedo hacerlo y hacer una "aventurilla" por ahí con ellos.
Y en el caso de la guardería, no sería mejor hacer estos días especiales por las tardes?? Yo iría encantada y dándolo todo, agradecida por poder compartir un extra en un entorno que es la rutina de mi hijo pero que yo desconozco por completo. Porque, digo yo que si utilizas una guardería en determinado horario, haciendo un sacrificio sentimental y económico, para dejar a un bebé con el que te encantaría estar y no perderte ni uno sólo de los momentos de su desarrollo, es porque te ves obligado a hacerlo. Porque ni tú ni ninguna otra persona de la familia puede ocuparse de tu pequeño en ese horario. Con lo que, pedirte que en ese mismo horario hagas cosas en la escuela (y, si no, no te implicas y eres lo peor... te lo digo yo) me parece todo un abuso.

Querría dedicar mi última tarde a correr por el barrio con mis niños buscando tiendas para sacarles fotos, revelarlas y después montar un mural con cartón y purpurina con las características y el plazo de entrega agobiante establecidos por otras mamás del colegio, para que sus profes tengan un regalo de fin de curso, todo al mismo tiempo que hago la merienda, la cena, les baño, recojo la purpurina de la casa... No les daría atenciones pero, sólo es una tarde (en mi supuesto, la última de mi vida pero, qué le vamos a hacer) y sus profes quedarían satisfechas. No preferiría quedarme en el parque disfrutando de la puesta de este sol de primavera hasta la hora de la cena, comiendo chuches, corriendo y jugando al fútbol, compartiendo mimitos y abrazos porque no hemos estado juntos en todo el día y ya, si tal, un día que llueva o que estemos haciendo manualidades en casa preparar algo original, que se nos ocurra a nosotros y dárselo juntos a las profes el último día de clase. Sin prisas, sin gastos innecesarios, sin desperdiciar momentos, desarrollando la inspiración....

Mi última tarde apuntando a mi hijo a mil extraescolares que lo dejan reventado y con ganas de acostarse a las 7 de la tarde, con lo cual, tendría interacción cero con sus papás, hermanito, amigos, etc... Pero eso sí, sería el que mejor pronuntiation de inglish de su clase tendría y el que mejor estilo nadador demostraría este verano en la pisci de la comunidad... jejeje, no lo veo...
Mi última tarde en un corrillo de mamás pipa en el parque hablando del proyecto educativo del colegio, de los pipis y la calidad de la comida del comedor o con la mirada entretenida revisando unos dos millones de notificaciones del chat de las mamás mientras me pierdo como mi pequeño se sube ya sólo al tobogán, o el mayor es capaz de inventarse una aventura fantástica con un palo y una piedra y, es capaz de reunir como el mercurio a todos los niños para hacer que se lo pasen mejor que en el parque de atracciones.

Querría dedicar mi último fin de semana a coser la colcha viajera para que en la guardería del niño (que ni se entera) no digan que soy la peor mamá del mundo, o a estrujarme el cerebro para inventar la mejor historia para el cuento viajero, o a comprar foam y hacer una mariposa con plumas, mondas de puntas de lápices de colores hechas con el sacapuntas para el proyecto de primavera de educación infantil, o a sacar de excursión al dragón mascota del colegio y hacerle muchas fotos en distintas posiciones para que se vea la familia tan divertida que somos,... Nótese aquí mi repulsa suprema a los deberes para papás encubiertos en actividades para niños. No nos gustan, son un marrón porque no tienes opciones, estás totalmente obligado a hacerlo y si no, tus hijos se traumatizarán, los niños no aprenden nada más que su mami está de los nervios con la manualidad de turno y no puede hacerles caso y yo, además, ya fui al colegio cuando me tocaba... Por eso, este año me he rebelado y todos los deberes para papás los ha hecho mi pequeñín con sus propias manitas.

Mi último fin de semana a romperme el pecho buscando trabajos extra para ganar un poco más de dinero ahora que están las cosas más difíciles y todo son gastos, a ampliar el horario de la jornada normal para tener un extra,... Me siento tentada, no lo negaré, el desahogo me llama la atención, pero de momento, me quedo con apretar el cinturón hasta donde ya no hay agujeros para meter la hebilla y seguir pudiendo prepararles la merienda yo misma y recogerles del cole con su espada de madera en una mano, y los gogos o la peonza, o lo que toque... en la otra.


Podéis pensar que soy extremista, por esa regla de tres, para qué estudiar, para qué trabajar, para qué emprender nada, si todos pueden ser nuestros últimos días. Y, la verdad es que es así, no hay que vivir con miedo, pero si saboreando cada momento como el último, si no, la importancia de los momentos que nos resultan rutinarios se diluye y, los dejamos escapar sin darnos cuenta de que para algunos no habrá segunda oportunidad. Lo que se debe hacer sin excepción en nuestra rutina lo valora cada uno de nosotros mejor que nadie, por ello, no me refiero a no hacer nada, sino a no hacer aquéllo para lo que nos programan como a máquinas, siguiendo al montón,... A veces, parecerás extraño, insociable... puede ser y lo asumo, pero cuando salgo a la calle a despedir el día no quiero pensar que he hecho algo que no quería arrastrada por la masa o que he perdido un tiempo precioso (mío y de los que me rodean) en algo que, pasado el tiempo, nadie recordará y no va a servir de nada.

Me bajo del tren al mundo del no parar...

2 comentarios:

  1. Los niños crecen muy deprisa, y si pestañeas, te lo pierdes!
    Me gusta pensar que el día de mañana cuando echemos la vista a tras este lleno de recuerdos familiares y risas (y llantos también, ¿por qué no?) pero todo con vosotros, que sin duda sois la gasolina que me llena de energía para andar cada día.

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