Hoy va de reflexionar...
Ya hace un tiempo que me suscribí a una de esas app de audiolibros y ebook. La verdad es que me encanta hacer búsquedas de novedades y no puedo evitar sentirme como cuando de chiquillas, íbamos las amigas al centro a pasar la tarde mirando en las librerías. Mirabas con anhelo las primeras páginas de un libro que te encantaba y calculabas cuánto te quedaría en la hucha a fin de mes si lo comprabas. Pues, estas app son como barras libres de libros de las temáticas que elijas, una gozada!
Escucho/leo novelitas históricas, de amor, de pena, de crímenes... pero de vez en cuando, cae algún librillo de crecimiento personal. Y me he dado cuenta de que, la mayoría de estos libros induce a la búsqueda de la felicidad. Todos tienen sus trucos y recomendaciones para que puedas alcanzar el tan preciado estado y, por eso, después de haber pasado por unos cuantos escritos, me pregunto ¿quién nos ha metido en la cabeza que nuestra meta en esta vida es encontrar la felicidad?. Quizá, ¿los cuentos infantiles con sus "y comieron perdices..."?. Qué engañifa! Seguro que otros días no había perdices y comían otra cosa... O los principes se levantaban sin ganas de manchar la cocina y preferían bajarse a por un kebap... A lo mejor el palacio sufría de goteras o mojaba al vecino "principesco" de al lado... Tal vez, los principitos pasaban mala noche, o traían malas notas, o qué se yo... Otros días, seguro que volvían a comer perdices, si se daba bien la cosa, pero, la mayoría del tiempo tendrían sus movidas, como todos.
En mi humilde opinión, la vida no puede ser una carrera por alcanzar la felicidad y por lo tanto, esa, no debería ser la meta frustrante de nadie.
Aún cuando logres la felicidad (si es que existe ese estado), ésta no durará porque todo, absolutamente todo, es impermanente: la salud, la vida (hay que aceptar que todos vamos a desaparecer), las posesiones, el trabajo, la belleza, las vacaciones... pero, también lo menos bueno como el dolor, los problemas, la enfermedad, el panorama político... y, por supuesto, la felicidad.
Y entonces, ¿por qué lucharemos? ¿qué nos queda? Pues sólo queda el agradecimiento por este instante, en el que estoy viva y puedo respirar. Un pequeño momento en el que centrar la mente para sentirnos nosotros mismos, bien, sin que otras ilusiones nos atrapen, sólo una sensación efímera de bienestar y de amor por nosotros y por los demás. Algo tan sencillo como ser consciente de mi realidad y sentirme cómoda en ella, y agradecer esos escasos segundos de... ¿felicidad?.
Solo viviendo el momento presente con consciencia podremos seguir sin error nuestro verdadero instinto animal natural. Ese que nos guía sabiamente, tan sólo fijándose en la temperatura, la luz, las fases lunares,... como a los animales no humanos y las plantas que, sin google calendar ni smartphones, ni pegatinas en su agenda molona tipo "hoy lo voy a petar"... Ellos saben qué comer y cuándo ayunar, cuándo descansar, cuándo hibernar, cuándo echar brotes, cuándo florecer,... Ellos no planifican ni se frustran buscando nuevas herramientas externas para llenar su vacío. Sólo sienten y fluyen.
A lo mejor de eso trata la felicidad, de no programar eventos, de no desear nada, de aceptar la vida con ecuanimidad, disfrutando cuando se pueda o aprendiendo de las situaciones que no logremos entender del todo.
Parece difícil, pero, ¿por qué no intentarlo cada día con pequeños gestos?. Al fin y al cabo y, a pesar de su impermanencia y brevedad, el premio bien vale la pena.