Buenasssss, qué tal el veranito?? Espero que todo haya ido fenomenal queridos lectores...
Mi verano ha sido extraño... desestabilizador, desenraizador, de ponerme a prueba constantemente, de aprendizaje y crecimiento supongo (o así me tomo lo que no entiendo), muchas lecciones aprendidas desde luego... Otras, más abstractas, aún estoy en proceso de asimilarlas bien antes de grabármelas a fuego en la cabeza, y en el corazón...
Pero bueno, la vida es así, no sería tal sin altibajos.
No vivimos en una película y no hay finales felices sino continuaciones, y momentos, momentos buenísimos en los que vives tranquilo y satisfecho, en los que te quedarías para siempre, y, otros, más reguleras que sirven para aprender, entre otras muchas cosas, a valorar mucho la bendición que es pasar uno de esos momentos buenos.
Desde el fondo del agujero, a veces te das cuenta de que los momentos malos, aunque te destrocen, son buenos para hacernos reaccionar. Te hacen avanzar hasta el siguiente nivel. Si no te arriesgas a sobreponerte a estas dificultades y te abrigas en tu comodidad, no aprendes y no creces y, te pierdes buena parte del juego de la vida.
Aunque es cierto que he tenido muchos momentos de debilidad a lo largo del verano en los que lo único que ansiaba era la calma, envidiaba la inmovilidad y el aletargamiento, añoraba el tener el encefalograma plano.
He descubierto que somos vistos por terceros y en qué forma, yo, que siempre me he creído transparente. Resulta que he llamado la atención, he perturbado la vida de otros y he sido molesta de una forma que no quería y, lo lamento muchísimo. Lo lamento sobre todo porque era ignorante con respecto a las ganas que tenían esos terceros de hacerme andar por la pasarela... No entiendo a las personas que sólo buscan el acoso y el mal ajeno y por ello, les deseo de corazón lo mejor en sus vidas, bendiciones y felicidad, porque me queda claro que algo les falta...
También he hecho todo lo que estaba en mi mano por atajar cualquier consecuencia de mi falta, por facilitar y agilizar cualquier proceso, creo que he pagado mi penitencia con creces.
Soy humana y puedo cometer errores pero, la intención ha sido la mejor en cada momento, lo he dado todo...
Por otra parte, ha sido un descubrimiento sentirme tan querida y darme cuenta de que hay personas maravillosas en mi vida, personas que siempre están ahí para que te apoyes en ellas, que siempre aportan y que me han ayudado tanto. No hay gracias suficientes en el mundo para daros.
Y aunque, me he arrepentido mil veces por la osadía de salir de mi zona de confort llevándome a toda la familia por delante... ahora en perspectiva puedo ver que todo esfuerzo ha valido la pena, pero aún me cuesta mucho alegrarme...
Volveré a hacerlo, tengo ganas de experimentar el sentimiento de la alegría en estado puro, sin disimulos.
Quiero reaccionar espontáneamente y gritar y reír y llorar (pero de emoción) y engordar y dormir, si, sobre todo dormir, cómo lo he echado de menos.
Y abrazar y hacer cosquillas a mis enanos y nadar en el azul de los ojos de mi amor de forma relajada sin buscar consuelo en ellos o una respuesta que él no tenía.
Quiero volver a vivir mi vida, aunque, tras cada aprendizaje, la vida sea un poco distinta...